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La observé desde la esquina de la Avenida de Tlalpan, bajo la luz neón de un Oxxo. La Güera se apoyaba en una columna de concreto, su falda de vinilo negro tan corta que casi mostraba sus nalgas. La chamarra de mezclilla rasgada en los costados, dejaba ver sus curvas. Respiré hondo. El aire olía a tacos al pastor y gasolina, pero cuando ella alzó el cigarrillo a sus labios carnosos. Era perfecta! Su cuerpo es todo lo que yo deseaba
Hace unos días me animé a hablar con Fanny una chica, que es muy mi tipo, sexy, sentido de la moda y música pero pinche vieja puta ofrecida. Cuando le dije que quería algo con ella. Me dijo que no estaba interesada en mí, que tenía novio. me rechazo.
Siempre he tenido claro que las mujeres lo tienen fácil en esta vida. Para qué van a estudiar o esforzarse, si su verdadero negocio está entre las piernas. Nosotros, los hombres, nos partimos la madre trabajando, mientras ellas sólo tienen que pararse en una esquina, parar las nalgas, sonreír y ya. Llueve el dinero. Esa es la puta jerarquía, así de simple. Y por eso estoy aquí, viéndola a ella. Para recordarme que al final, por mucho que se den, todas terminan reducidas a lo mismo.
Es por eso que aquí estoy verla en sus tacones blazers de 19 cm mientras esta bajo el paraguas esperando a clientes, solo un par de horas y ya se hizo de lana para toda la semana. Mientras que yo aquí mendigando es por eso que las morras no me quieren si tuviera suficiente dinero haría más cosas.
—¿Te vas a esconder toda la noche, morrito? —Su voz era ronca-. Por quinientos te las enseño
Nuestras miradas se habían topado, siendo ella la que tomó la iniciativa.
Mis dedos se aferraron al poste de luz. La idea de cambiar cuerpos con es puta, me parecía erotico, pero necesito Chingo de lana, solo 4 horas y ya tengo para un año. Pero ahora, viendo cómo La Güera se acomodaba los pechos fuera del escote, no pude evitar sentir mi erección. La idea de ser yo el que se acomoda ese escote, me hizo sentir exitado.
Lentamente me acerqué, notando como me veía de pies a cabeza.
— No estás nada mal, pero no estás muy morrito para esto?
Me encogí de hombros esperando que no notara la vergüenza en mi rostro.
— mmmmh nose niño, no me agrada la idea de que estés aquí
-t…tengo 1500
Ella los vio como si fuera oro, pinche puta, se rebajaba por dinero tan fácil.
Ella agarro los billetes y se los metió al escote mientras, me dijo con los dedos que la siguiera empezó a caminar. La segui. el eco de sus tacones sobre el asfalto TIC TAC TIC TAC. Ese traqueteo de sus tacones y sus cadenas de bisuteria barata
Llegamos a un motel de mala muerte, “casa silencio”, fue extraño, no tenía luz, ni cámaras . la güera me agarró el brazo y se ofreció a pagar la habitación, viendo como sacaba un fajo de billetes directamente de su escote con una sonrisa burlona hacia el recepcionista, que solo gruñó y murmuró: "Pasillo al fondo, a la derecha".
Entonces me tomó del brazo, sus manos frias con esas uñas postizas me estaba haciendo cosquillas, mientras me llevaba hacia la habitación… el cuarto del motel olía a cigarros y humedad. La Güera, ni bien entramos, deslizó sus uñas postizas por mi pecho mientras yo balbuceaba:
—Q-quiero que seas….suave-. balbucee sintiendome como un retrasado. Ella rió- tranquilo niño, yo guio- mostrando su escote, podría jurar que casi se le salían.
Antes de que pudiera reaccionar, sus labios chocaron con los míos. Su lengua sabía a tabaco y chicles trident. Mientras ella seguía, yo solo cerré mis ojos y me deje llevar, esta sucia puta iba ser mi primera vez. Me deje llevar intendano borrar de mi mente a esta fanny, Fanny con mini vestido azul. Ese rencor de haber sido rechazado por ella al no serle suficiente economicamente más duro me ponía, debí coger con ella, no con esta, pero necesito de su cuerpo para hacerme de dinero.
El espejo empañado reflejó nuestros cuerpos desnudos… ni siquiera me di cuenta de ello y luego solo su cuerpo arqueándose sobre mi, era mi primera vez y lo estaba haciendo con una prostituta, todo fue tan rapido. Estaba temblando aún porque es mi primera vez
No pasó ni 5 minutos y ya me había corrido. —uy niño, que poco aguante eh—. Se sacó el condón con mis fluidos y lo puso por aparte.
Era ahora o nunca. El corazon me latia en el pecho, sentia miedo y emocion. Con una mano temblorosa, agarre el medallon antiguo que colgaba en mi cuello, del que me encontre en un tianguis raro de esoterismo. La bese de nuevo, con desesperación mientras trataba de concentrarme en mi erección, tenía que correrme en ella a como diera lugar, usando el medallón cambiaría con ella.
—iOye, cabrón! —gritó ella, empujándome—. ¿Qué haces? iSin condón cuesta el doble! Pero ya era demasiado tarde. Una luz cegadora, un vértigo insoportable... y luego, la nada. Desperté con la cabeza dando vueltas, como después de una borrachera monumental. Mi voz... no salía. Mis brazos... sentían diferentes. Más delgados, cuando reaccione sentí los pechos pesados, sudorosos- se aferraban a las sábanas del colchón. Busqué desesperado entre las sábanas arrugadas algún rastro de mi cuerpo anterior, hasta que lo vi. Recobrando la conciencia igual que yo.
—¿Qué... qué me hiciste, pinche escuincle? —la voz era la mía, pero eI grito era de ella—. iRegrésamelo! —iEspera! —supliqué, y mi nueva voz sonó estridente, asustada— Podemos volver. EI medallón... solo necesito que me escuches. Ella —yo—— se puso de pie, tambaleándose, mirando sus nuevas manos grandes y torpes. La ira en su rostro (mi rostro) era aterradora. —¿Y qué planeas, escuincle? — escupió. —Yo... solo quería saber... —tragué saliva, sintiendo la vulnerabilidad de este cuerpo—. Quería sacar provecho del cuerpo de esa puta pero necesitaba convencerla. -fue el medallon necesita de la intimidad para que funcione otra vez
Ella se quedó quieta, procesando. Sus ojos (mis ojos) recorrían su nuevo cuerpo desnudo, la erección que empezaba a formarse, la situación absurda y terrible. La vi conectar los puntos. —Me estás diciendo —ciijo, con una calma helada que era peor que sus gritos— que por tu vida de mierda, porque ninguna chica te hacía caso, usaste ese truco de mierda para robarme mi vida. ¿Para "experimentar"? Asentí, incapaz de hablar. La vergüenza me quemaba las mejillas.
Ella miró el medallón, que ahora colgaba del cuello de su nuevo cuerpo. Una sonrisa fría y terrible se dibujó en sus labios. Mis labios. —Y la forma de cambiar es... volver a hacerlo. ¿Cierto? Asentí de nuevo, pero una punzada de hielo me recorrió la espina dorsal al ver cómo su mano bajaba hacia la nueva erección. No era un gesto de deseo, sino de pura determinación vengativa. —No —susurré, retrocediendo—. Espera, podemos hablar... —iAhora sí, cabrón! —rugió, y con la fuerza que antes era mía, —iAhora sí, cabrón! —rugió, y con la fuerza que antes era mía, me agarró de los brazos y me sometió contra el colchón—. iVas a saber 10 que se siente que te violen cabron!
Me agarró con mi fuerza, mientras se masturbaba para ponerse dura, me iba a hacer lo que yo le hice. Me iba a violar!
Yo traté de oponerme mientras me abría de patas. Increíblemente sentí como me metía mis dedos a su vagina…
Ahora si cabron, sabrás que se siente ser una pinche mujercita, no es lo que querías?
Yo sentí un miedo irracional, sentí frío al saber que me la iba a meter de la misma forma en la que la obligue pero almenos ella ya estaba húmeda.
No fue cuando se agarró el pito y dejó mi pierna sin su agarre que la pate con toda la fuerza. Nose que pasó la adrenalina del momento pero su fuerza de sus piernas hicieron que lanzara una patada a su pecho con toda mi fuerza. Fue un movimiento brusco, inesperado. Ella —él— yo— soltó un gruñido de sorpresa, perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. EI sonido fue seco, hueco. Su cabeza (mi cabeza) golpeo contra la esquina filosa de la mesita de noche.
Cuando me levante bien, el sonido del cuello me hizo helarme. —No no no—
Me abalance sobre mi cuerpo desnudo, —despierta, despierta reacciona no mames— quería llorar! —Despierta— pero al momento de voltear mi cuerpo y encontrarme cara con mis ojos, estaban abiertos sin reacción alguna. —ahhhhh—Grité me sentí asqueado, rápidamente me levanté con mareo del miedo, encendí la luz y vi el espejo del baño, un dolor en mi parte intima, no como cuando te duele los testiculos sino en la vagina, su dolor era mío. -nooo..no!-. Dije mientras me estrujaba la vagina pensando que era un mal sueño.
Intenté respirar, pero el aire olía a muerte. Corrí hacia el retrete, pero los tacones —esos malditos zancos de 12 cm— traicionaron mis tobillos, me doble el tobillo y caí de rodillas estrellándose contra el suelo. El vómito llegó entonces: ácido, quemante.
Después de vomitar, el zumbido en los oídos se volvió menos fuerte . Me arranqué los tacones y apoyé la frente en la tapa del inodoro. El sudor frío resbalaba entre mis nuevos pechos
Que voy a hacer es lo único que pensaba. Estuve meditando desnudo. Pensé en que si me descubren van a pensar en que la asesine, aunque así fue. Rápidamente busque entre sus pertenencias, mientras el temblor de ser descubierto de me acechaba, trate de ponerme el bra, pero mis manos temblaban y no podia, asi que solo me puse su blusa blanca, su tanga y la falda de cuero, los tacones no era opción salir en ellos. Así que me fui descalzo. Salí lo más rápido posible, evité al encargado aunque en este punto no creo que nos haya puesto atención en ese motel de mala muerte. Cuando salí me dirigí a la esquina en una mano tenía los tacones y en otra la bolsa. Corrí y entonces la vi: una patrulla. El corazón se me detuvo. "Van a descubrir que me maté a mí mismo". Pero el coche pasó de largo; los policías solo deslizaron una mirada lenta, pesada, desde mi escote hasta la cintura, deteniéndose en las gotas de sudor que resbalaban entre mis pechos sin sostén. Ni siquiera miraron mis pies descalzos.
No recuperé el aliento hasta ocho calles más allá, en un parque japonés donde la tranquilidad era ajena a mis pensamientos y todo lo que sucedio en cuestion de minutos. Seguía temblando, la imagen de mis propios ojos vidriosos y sin vida quemándose en mi retina. El estómago se me retorció de nuevo, vomite pero solo escupi baba.
Registré sus cosas. En su cartera encontré una identificación con una foto donde ella sonreía,un celular, condones chicles dinero y maquillaje. Por suerte, el iPhone no pedía código. Solo tenía una idea clara: no podía volver a mi antigua casa ahorita.
Abrí Uber. La aplicación ya tenía guardada una ruta a "Casa". Supuse que sería la suya. Apreté el botón y esperé.
Al subir al auto, el silencio del conductor me pareció una bendición. Me hundí en el asiento trasero, tratando de fundirme con la ventana, de creer que todo era una pesadilla de la que pronto despertaría. Hasta que lo noté.
Sus ojos me encontraron en el retrovisor. No era una mirada casual, era descarada, desde mis nuevos pies descalzos, subiendo por mis piernas desnudas, deteniéndose con obscena fruición en la curva de mis muslos, en el lugar donde la falda se recogía, en la hinchazón de mis pechos bajo la blusa pegajosa. Cada vez que yo bajaba la vista, encontraba los suyos fijos en mí, esperando. El aire se volvió espeso, caliente. Yo era un trozo de carne.
Todo el viaje fue un lento y aprovechaba cada tope para ver mis senos moverse. Pero su momento más descarado llegó al final. Frenó y se giró por completo, sin disimulo, sus ojos recorriendo mi cuerpo como si lo desvistiera.
—Señorita, ya llegamos —dijo. Su voz era un hilo ronco. Hizo una pausa, y una sonrisa húmeda se le dibujó en los labios—. Oiga, perdone que sea tan atrevido... pero ¿usted es una de esas, verdad? De las que... les gusta enseñar.
Antes de que pudiera responder, su mirada se clavó en mis pies descalzos sobre la alfombra sucia del auto. Y entonces lo vi. Mientras sostenía mi mirada, su mano derecha bajó lentamente hacia su entrepierna. La presión del pantalón de vestir ya no podía ocultar la abultada erección. Con deliberación nauseabunda, comenzó a frotarse, a masajearse a través de la tela, sin apartar los ojos de mí. Su respiración se volvió un poco más pesada.
Una oleada de asco y pánico me recorrió. Abrí la puerta de un golpe y salí casi cayéndome.
—¡Ahh, pinche puta! —escupió él, ya sin ningún filtro—. ¡Pero así de zorra te recogí! ¡Che vieja!
Entré al edificio con las piernas temblorosas. La puerta del departamento se cerró a mis espaldas y, antes de poder dar dos pasos, el mundo giró y se desvaneció. Me desmayé.
Hola, queridos lectores, me ausente un muy largo tiempo pero ya estoy de vuelta. Les traigo esta historia. Denme sus opiniones, subiré la siguiente parte a finales de mes. Ya que aun sigo con cosas de la escuela :/.







Interesante
ResponderEliminarAy cabron, ta chida
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