En los primeros días de luz,los hombres eran hombres, las mujeres eran mujeres.
Los hombres fueron construidos fuertes y poderosos, con las herramientas para manipular su entorno. Sus mentes eran prácticas, capaces de dejar de lado los placeres de la carne.
Las mujeres fueron creadas para sentir el placer de procrear. Así sus mentes fueron hechas para desear placer, para pensar únicamente en el sexo.
Las viejas mujeres eran condicionada para pensar en sexo, era la combinación perfecta para el cuerpo. ¡El resultado fue inevitable! Las entidades sabían que con los hombres fuertes, y sin la pulsión sexual, no tardaría en cometer un acto impío.
Pasaron un par de siglo, el ingenio de los hombres y su autoorganización, crearon una gran escalera, capaz de atravesar el páramo de los dioses. Una sociedad de hombres rectos que solo tenían un solo objetivo, alcanzar el cielo. Mujeres que no les interesan ninguno de esos temas más que el de dar sexo y a luz.
Los dioses no tardaron mucho en castigar a la humanidad por su insolencia. Los hombres cambiaron cuerpos con las mujeres y las mujeres con los hombres. Hubo caos, las primeros relatos cuentan que hubo falta de comprensión y poca organización. Con el cambio de poder, nacieron los pecados originales los nuevos hombres solo pensaban en sexo, mientras que las nuevas mujeres buscaron componer por todo lo que habían trabajado, pero al habitar un cuerpo tan débil, lujurioso, y biologicamente sexual no les fue de mucha ayuda, no pasó mucho para que fueran subyugados por sus antiguas compañeras.
Pasaron miles la jerarquía de poder cambió cuando la mentes de los hombres deseaban el placer y pensaran continuamente en el sexo. Las mentes de las mujeres fueron prácticas y capaces de dejar de lado las cosas sexuales, pero ninguno sabía que sus almas no correspondian a su verdadero sexo. Cada vez que una mujer buscaba destacar en un logro científico, político era humillado por el triste recuerdo biológico con el que se castigo.